En este primer post hablaremos de la evolución de
término “discapacidad” a lo largo de tiempo, y de la propuesta del concepto de “diversidad
funcional” como alternativa a los conceptos de discapacidad y minusvalía.
“La discapacidad como categoría social es propia de la
contemporaneidad, concretamente, del
siglo XX y la creación de los Estados del Bienestar. Sin embargo, la práctica
cultural de traducir la anormalidad física en inferioridad social
(estigmatización) se extiende notablemente hacia el pasado.
Antes al siglo XX, no existía ningún aliciente para
los individuos en el hecho de ser etiquetados como “discapacitados”. En
Inglaterra, la Poor Law de 1834 no establecía diferencias
significativas entre una persona discapacitada del resto de enfermos, en parte
porque el criterio básico de inclusión giraba en torno a la incapacidad para
trabajar de los individuos, y no alrededor de la naturaleza de dicha capacidad.
Cualquier tipo de ayuda que se proporcionara a los discapacitados se hacía en
virtud de un “imperativo moral”, pero no se contemplaba la idea de que algunas
minusvalías tuvieran que ser objeto de prestaciones especiales para aquellas
personas que las padecieran.
De forma general, se aplicaba el término “lisiado”
para hacer referencia a todos aquellos individuos físicamente comprometidos, lo
que siempre supuso un problema para la administración de prestaciones. El Estado
siempre se mostró vigilante sobre la posibilidad de que algunos lisiados
presentaran esta condición de modo fraudulento. Con el fin de eliminarlo,
comenzaron a elaborarse, desde finales del s. XIX, mecanismos para reconocer a
los verdaderos acreedores de prestaciones sociales. Es en este momento, cuando
se perfila por primera vez la categoría administrativa de “discapacitado”. Así,
los primeros individuos en adquirir un estatus de discapacidad fueron soldados
heridos durante combate. Otro de los grupos sociales beneficiarios, fueron los
niños, por lo general, afectados de raquitismo o tuberculosis. Eso se logró con
la ayuda de la promulgación de diversas leyes de educación por parte de varios
estados occidentales y del advenimiento de movimientos sociales en favor de los
“niños lisiados” a principios del s. XX. No obstante, en ambos casos, la
categoría de “discapacitado” tenía una naturaleza administrativa, pero no
social. De nuevo, la discapacidad se contemplaba en términos de incapacidad
laboral, como se ponía de manifiesto en la implicación de muchos médicos en la
certificación de la discapacidad y el cálculo de las prestaciones en función
del grado de incapacidad para el trabajo.
Desde una perspectiva sociológica destaca la
contribución de Erving Goffman, que entendía la discapacidad como la
imposibilidad de llevar a cabo las actividades que, socialmente, cabe esperar
de un individuo a causa de una tara física o una enfermedad mental.
Este interés propició lentamente una concienciación
social sobre la existencia y los problemas de las personas
discapacitadas. Sedará un proceso de “institucionalización” mediante el
cual las personas con discapacidad serán apartadas de la convivencia colectiva
y serán recluidas en instituciones especializadas para su tratamiento: la
rehabilitación, prescrita y orientada por los dictámenes médicos. La
Medicina, por su parte, jugó un papel esencial en el proceso, ya que algunas
condiciones discapacitantes podían ser corregidas, por medio de
tratamientos quirúrgicos y ortopédicos o a través de la rehabilitación.
Asimismo, algunas patologías discapacitantes como la esclerosis múltiple,
comienzan a ser contempladas como problemas médicos que pueden ser tratados con
el fin de reducir el progreso de la discapacidad” (Martínez
Pérez & del Cura González, 2014-2015) .
“Desde este movimiento se va a concebir que la
discapacidad no reside en un substrato fisiológico deficiente, sino en unas
estructuras sociales que no tienen en cuenta las auténticas necesidades de
las personas con discapacidad y las marginan y excluyen de la participación en
la vida colectiva” (Rodriguez Díaz & V. Ferreira, 2010) . Así, las
asociaciones de discapacitados, como el Foro de Vida Independiente, proponen el
concepto de "diversidad funcional" como una crítica
al modelo médico-rehabilitador y al modelo social-emancipatorio,
mencionados anteriormente. “Estas asociaciones emergen con el fin de
hacer valer sus demandas y exigir una consideración definida, suficiente y adecuada
de la figura del diverso funcional” (Rodríguez Díaz & V. Ferreira,
2010) .
Creemos que ello supone “una transición en la
asignación de sentido que se hace de la discapacidad y, con ello, rompe con las
herencias que hasta la fecha han llevado a las personas con discapacidad a una
situación de marginación y de exclusión social. Así, habrá una mejora de las
condiciones de existencia de las personas con diversidad funcional, suprimiendo
las barreras, tanto materiales como culturales, que hacen que su existencia
venga mayoritariamente regulada por prácticas excluyentes” (Rodríguez
Díaz & V. Ferreira, 2010) .
Bibliografía:
Martínez Pérez, J., & del
Cura González, M. (2014-2015). Historia de la Medicina y Documentación médica.
37-39. Albacete: Universidad de Castilla la Mancha.
Rodríguez Díaz, S., & V.
Ferreira, M. A. (2010). Desde la Dis-capacidad hacia la Diversidad Funcional.
Revista Internacional de Sociología, 290-307.
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